Luego del triunfo de Alan García el año pasado se presento para los representantes del nuevo gobierno dos problemas puntuales que, como grupo de poder propio, no serían capaces de resolver.
Estos problemas tienen que ver con la relación del gobierno primero con el poder económico y por otro lado con el poder político, si bien ambos están estrechamente relacionados, el partido aprista, debido a las circunstancias de aquel momento dado, tomo dos soluciones que, aunque no tan distantes, estas hubieran sido difíciles de concretar en una solución única. Para lograr aquello, era claro que no lo podría lograr como grupo de poder independiente, especialmente al no contar con una mayoría en el Congreso y con una oligarquía que, hasta hace algunos años le era adversa.
Estos problemas tienen que ver con la relación del gobierno primero con el poder económico y por otro lado con el poder político, si bien ambos están estrechamente relacionados, el partido aprista, debido a las circunstancias de aquel momento dado, tomo dos soluciones que, aunque no tan distantes, estas hubieran sido difíciles de concretar en una solución única. Para lograr aquello, era claro que no lo podría lograr como grupo de poder independiente, especialmente al no contar con una mayoría en el Congreso y con una oligarquía que, hasta hace algunos años le era adversa.
1. El APRA se asegura una alianza con el poder económico
En lo que respecta al poder económico, este tuvo el apoyo de la oligarquía nacional, apoyo que ya le había dado previamente al no llegar a la segunda vuelta su “candidata oficial” Lourdes Flores Nano en unas elecciones donde 24 candidatos dieron cuenta de una amplia gama de propuestas, de las cuales una salió triunfante, es decir la propuesta reformadora y progresista que en ese entonces represento el candidato Ollanta Humala, líder de la alianza UPP- Partido Nacionalista, unión que luego se resquebrajaría por miembros que en su mayoría estaban movidos por intereses particulares (Torres Caro sería el primero de ellos) y de la sociedad. Esté junto con un segundón Alan García disputarían la segunda vuelta electoral.
Los grupos de poder económico peruanos e internacionales con intereses en el Perú, que tenían en Lourdes Flores y la alianza derechista Unidad Nacional como su candidata y partido predilectos habían sido derrotados en la primera vuelta, en ese contexto optaron por una solución pragmática, apoyar al candidato que esté más acorde con sus intereses, es decir con el multifacético Alan García y su partido que daba un giro de la centro-izquierda a la afirmaban pertenecer hacia la “nueva” derecha que era en realidad en la práctica, es decir un partido con cara populista que decía representar al pueblo, pero que en realidad respondía a intereses de cierto sector de la oligarquía y de sus “compañeros” militantes de su partido.
El sector oligárquico presto a García su apoyo logístico, poniendo a los medios de comunicación que controlan –es decir radio, televisión, periódicos, revistas, etc.- a defender al status quo imperante y de “los peligros” que significarían una eventual elección del candidato opositor amigo de Hugo Chávez. Así empezó, como en las épocas de la mafia fujimontesinista, toda una campaña mediática para desprestigiar a Ollanta y asegurar el triunfo de García con lo cual sus intereses y los de sus “auspiciadores” quedaban asegurados. Esta misma estrategia se seguiría usando para desprestigiar a los movimientos populares y sindicales que se opusieran al régimen (este aspecto merece una sección aparte).
Es de este modo como García tiene el apoyo de la oligarquía a la cual siempre representaron de manera encubierta, tienen pues el apoyo de esa misma oligarquía que apoyó a la mafia fujimontesinsta y solo le hicieron frente – aunque fuera solo un reducido grupo de sus “intelectuales”- cuando esta ya era muy obvia.
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